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Una saga azarosa




Aleatoria I: Haití, Puerto Príncipe, 2010

Andrea Sosa Cabrios, periodista de la Deutsche Presse-Agentur, nos muestra a Nadia Guerrier, que está sentada sobre una lona en Cité Soleil, un barrio marginal, pobre y violento de la capital de Haití. Con las manos bate, lentamente, una mezcla de tierra, manteca, sal y agua con la que hará galletas de lodo.

Toma la ligera masa con una cuchara y le va dando forma con círculos sobre la lona. Una a una, las va colocando en hileras y las deja al sol.

-El sol las seca. Después, ya están limpias- dice su sobrino Fumi Ricardo, de 26 años.

La fabricación de galletas de lodo es una costumbre en Haití que existe desde antes del terremoto de siete grados Richter que devastó la ciudad y dejó más de 110.000 muertos y a 600.000 personas sin techo.

-Muchas mujeres embarazadas lo comen porque parece que es muy nutritivo- dice Michael Kuehn, director regional de la organización alemana Welthungerhilfe (Agro Acción Alemana).

-Ahora, por supuesto es también una expresión de la pobreza, pero es una exageración decir que porque hay hambre en Haití la gente tiene que comer esto- señaló. El propio Kuehn las ha probado.

-Yo no puedo recomendar comer eso, claro que no, pero no es algo que refleje la pobreza, sino que hay un factor cultural.

Para Guerrier, que tiene 36 años y seis hijos, elaborar las galletas es una forma de sustento económico. Se levanta a las cuatro de la mañana y trabaja hasta las tres de la tarde en su elaboración.

-Hago unas 100 o 150 cada día- dice en creole, levantando apenas la cabeza, sin descuidar la tarea. Cada galleta cuesta cinco gourdes (13 centavos de dólar).

Los vecinos pasan y se quedan viéndola mientras trabaja.

-A mí no me gustan- admite Fumi- pero son nutritivas. Cuando la gente no tiene nada que comer, son buenas.

Guerrier las prepara sentada frente a su pequeña casa de chapas. Sus hijos se asoman desde la puerta, mientras ella bate y bate la mezcla. Algunos vecinos pisan al pasar con los zapatos el lugar sobre el que descansarán las galletas.

En Cité Soleil las galletas de lodo son parte de lo cotidiano, además de la basura, la inseguridad y el hacinamiento.

Para Kuehn, un punto clave para mejorar la alimentación en Haití, el país más pobre del continente, es aumentar la producción nacional y la distribución de la comida de una manera más justa.

-Hay que tener la política en el país de darle a la gente la posibilidad de comprar la comida disponible en el mercado en lugar de importar.

Sin embargo, lo de la tierra no le asusta demasiado.

-Eso de usar la tierra es una cosa cultural también. Yo recuerdo que mi mamá cuando se le caía el cabello comía una cosa que en Alemania se llama 'Kieselerde' (tierra de sílice), que tiene muchos minerales.

Andrea Sosa Cabrios, periodista de la Deutsche Presse-Agentur, desde Cité Soleil, Puerto Príncipe, Haití, 2010.
 
Jorge Prinzo
 
 

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