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Ray Donovan y la imposibilidad de contar una historia feliz





Hace tiempo, en una charla abierta, el escritor Sergio Olguín decía que es imposible contar la historia de un personaje feliz. No habría nada que contar, decía. Hoy hablamos sobre Ray Donovan, un personaje que tiene por ocupación solucionar los problemas de sus clientes, más allá de lo que indiquen las leyes sociales. Y sin embargo no consigue resolver sus propias cuestiones, ni personales ni familiares. Pero si así fuera, ¿habría serie? Si nos guiamos por Olguín, no. ¿Es más atractiva la serie cuantos más problemas sufra el personaje? Puede ser.

A partir de él, cabe preguntarse si será más fácil solucionar los problemas ajenos que los propios. Si acaso es así, y por qué es así, son dudas para compartir y escuchar ideas.

¿Son atractivos los problemas de los demás? Éste debe ser uno de los pilares sobre los que se basa toda la narrativa universal: asomarse a los conflictos de otra vida, sin más riesgo que el de aburrirse y abandonar el libro, la canción, la película o la serie. Incluso el cuadro.
 

¿Se aprende de los conflictos ajenos? ¿Se puede crecer, por ejemplo? ¿O es pura curiosidad? Otras preguntas que requieren compartir ideas.

¿Qué más le pasará a Ray Donovan? ¿Tendrá momentos felices? Quién puede saberlo. Ni siquiera los autores, probablemente, que irán siguiendo las respuestas de la audiencia para decidir si la serie continúa o no, si algún personaje se queda en el camino, si habrá que revelar secretos o crear nuevos personajes para atrapar a los espectadores.
Mientras tanto Ray Donovan, como el Job de la Biblia pero sin dios ni diablo, seguirá su derrotero, su sucesión de derrotas personales. Al igual que Job, parece que todo le será arrebatado. No le evitarán ningún dolor, aunque consiga resolver los problemas de sus clientes. A pesar de todo, hasta ahora se va arreglando bastante bien, más allá de los golpes recibidos. Y parece que puede seguir adelante.

Jorge Prinzo

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